Dialogando en el Café Salambó

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domingo, 19 de junio de 2016

Los fantasmas de Juan José Millás



Desde la sombra
Juan José Millás
Barcelona, 1ª edición, abril de 2016
Colección Biblioteca Breve
Editorial Seix Barral S.A.
ISBN: 978-84-322-2738-7


Sé que a Millás le gustaría despertarse una mañana en la cama, y encontrarse convertido en Gregor Samsa, o en Kafka, que quizás sean el mismo individuo. Lo sé porque él no se esconde, de acuerdo, pero también lo sé sobre todo porque llevo leyéndolo desde el año 1990. Aquél año, yo aún en la facultad, le dieron el Nadal por La soledad era esto, quizás su novela menos extraña y por lo tanto menos atrevida. Es curioso el poder motivador que pueden tener los premios, porque ahí empecé a leerlo sin imaginar lo que iba a encontrarme después, y si él me lo permite, tanto más Millás que con aquella novela.
Y lo que fui encontrándome después fue algo tan difícil, tan personal y arriesgado como lo es una manera distinta de ver las cosas. Siempre he dicho, y escrito,  posiblemente y sin saberlo, como un poso que su lectura ha ido dejando en mí a través de los años; que si alguna virtud tenemos los escritores es la de ver un poco más allá de lo aparente. En el caso de Millás, esa virtud se convierte es su leitmotiv, en su hábitat natural, su narrativa, su enfoque, su ojo extrañado de palabras, rompen todas las reglas de la verosimilitud de los hechos y nos puebla de fantasmas y de objetos que nos provocan para sacarnos de lo cotidiano.

Entonces volví atrás, hasta su primera novela Cerbero son las sombras, del 1975, en la que ya nos encontramos con las primeras sombras fantasmales, las de un joven que necesita entender su mundo a través de un monólogo dirigido a un padre ausente, en el más profundo sentido de la ausencia. Dice Millás en un lance del ajuste…: Querido padre: hoy renunciaría a todo lo que he escrito si estos papeles no fueran el único refugio de mi identidad.
Seguí con El desorden de tu nombre, en la que un hombre se enamora de una mujer porque le recuerda a otra que amó tiempo atrás. Y se despiertan los conflictos interiores del lector, que temo haber sufrido algo parecido, que años más tarde publico un relato que empieza diciendo Se enamoró de él porque le recordaba a otro., y que aún hoy, estoy convencido de que la idealización del amor es uno de los fantasmas más universales.
En los veintitrés cuentos de Primavera de luto y otros cuentos, todas las historias y personajes tienen siempre un reverso, a veces perverso, que los convierte en algo muy distinto a lo que parecen a simple vista. Son otros aún sin saberlo.
         En Tonto, muerto, bastardo e invisible, el protagonista, un alto ejecutivo,  aprovecha un despido inesperado para convertir su existencia en algo fantástico y ser, el que siempre se ha ocultado bajo la apariencia que la sociedad esperaba de él.
       Con El orden alfabético, vuelven los padres despreocupados y ausentes, los hermanos no nacidos, la soledad del protagonista que se mete dentro de las palabras, fantasmas también aquí, para dotarlas de otros sentidos a los convenidos y reconstruir el mundo.
           Los protagonistas de No mires debajo de la cama no son exactamente, o solamente, la juez Elena Rincón, uno de los personajes femeninos habituales de Millás, o el callista Vicente Holgado y su mujer, sino los zapatos de todos ellos, que los definen desde el submundo de sus almas, escondido debajo de la cama, una vez más, desde una falsa apariencia.
           Álvaro Abril, protagonista masculino de Dos mujeres en Praga, VI Premio Primavera, es un escritor obsesionado con la posibilidad de ser hijo adoptado, más fantasmas… y en El mundo, Premio Planeta 2007, vuelve al padre para exorcizar el fantasma y descubrir que quizás la novela, esa y otras, han sido el arma, la escritura en realidad, que le ha servido para reencontrase con él.
            Ahora, en Desde la sombra, el protagonista directamente es un fantasma escondido en un armario, alguien que observa la vida de una familia convencional en declive, con su mujer, sus hijas, su marido y la amante de éste. La mujer, Lucía, compra ese armario por ser idéntico a uno de su niñez en el que su hermano jugaba a esconderse, un hermano pequeño que después, fallece. Lo que no sabe es que dentro está Damián Lobo, quien para no ser sorprendido de un hurto en el mercadillo, se esconde dentro de él y acaba viajando hasta la casa como una parte del mismo. Lo colocan justo delante de un armario empotrado de manera que Damián construirá un acceso desde el panel trasero para esconderse en el armario original y así, no ser visto. Pero Lucía, una mujer híper sensorial, acaba sabiendo de su existencia y se comunican a través de Internet cuando la casa está vacía y Damián entra en un foro al que llega desde la búsqueda de la palabra despersonalización, y del que acaba convirtiéndose en la estrella como el Mayordomo fantasma. La mirada de Damián hacía Lucía contiene una seducción inquietante, que va más allá de lo físico, una seducción que aspira a meterse dentro de ella y ocupar su cuerpo para revivirla y revivir, acaso un anhelo tan viejo como la existencia de lo amoroso.
A nivel meramente anecdótico, un aspecto estrictamente personal de mi lectura es el uso tan preciso que hace Millás del léxico de la ebanistería, y que más allá de su dominio del oficio, uno no puede evitar conectar con la idea, ya señalada por García Márquez, de la sincronía de ambos oficios, escritura y ebanistería, como tampoco puedo evitar conectar la escritura con el tópico universal del padre, y con el mío, y de él, con la madera. Así, cuesta encontrar por ahí el uso tan puntual de términos como armario de tres cuerpos, ensamblajes de cola de milano, bisagras de cazoleta, junquillos, molduras o embellecedores.
       Volviendo a este breve recorrido de fantasmas, queda claro que Millás trata la identidad propia a través de la otredad, lo que somos en realidad, escondidos tras lo que los demás esperan ver de nosotros, o lo que hacemos ver que somos porque quizás es lo que en el fondo querríamos ser. Este maestro de la ambigüedad lo consigue en sus casi veinte novelas, pero también en sus otros tantos libros de relatos, o en sus artículos en los que fotografía los rayos equis de la actualidad y la realidad, creando un género híbrido que alguien, no sé si él mismo, acuñó con el nombre de “articuentos”.
      Creo que procede la anécdota personal una vez más. Corría el año 2011 cuando acudí a la presentación de Las fuentes del Nilo, una recopilación de los relatos del genial Gonzalo Suárez. Sucedió en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, estaba la crema del asunto literario madrileño, leyó algún texto al actor Carmelo Gómez, y la sala, aunque a rebosar, me había reservado un azaroso hueco en la segunda fila. Presentaba lógicamente Millás, amigo del ovetense y lo primero que hizo fue preguntar lo que sigue al protagonista, provocando la primera y muy respetuosa carcajada. Más o menos, la cosa fue así: Gonzalo, hay una cosa que me inquieta, a ti, en el fondo ¿no te hubiera gustado ser una personal normal?

       Solo Juan José Millás podía hacer esa pregunta, él que no es normal, no un escritor normal, él que en realidad es un escritor escarabajo, alguien que siguiendo, como diría Nabokov, una fantasía entomológica; es un escritor élitro con caparazón anti mediocridad, antenas para captar lo invisible, con alitas diminutas para sobrevolar lo material, fuertes mandíbulas para atrapar lo inverosímil, y múltiples patas para llegar antes a dónde los demás solo avistamos desde la lejanía, desde la sombra de un sueño.

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