Desde la sombra
Juan José
Millás
Barcelona, 1ª
edición, abril de 2016
Colección
Biblioteca Breve
Editorial Seix
Barral S.A.
ISBN:
978-84-322-2738-7
Sé que a Millás le gustaría despertarse una mañana en la cama, y
encontrarse convertido en Gregor Samsa, o en Kafka, que quizás sean el mismo
individuo. Lo sé porque él no se esconde, de acuerdo, pero también lo sé sobre
todo porque llevo leyéndolo desde el año 1990. Aquél año, yo aún en la
facultad, le dieron el Nadal por La
soledad era esto, quizás su novela menos extraña y por lo tanto menos
atrevida. Es curioso el poder motivador que pueden tener los premios, porque
ahí empecé a leerlo sin imaginar lo que iba a encontrarme después, y si él me
lo permite, tanto más Millás que con aquella novela.
Y lo que fui encontrándome después fue algo tan
difícil, tan personal y arriesgado como lo es una manera distinta de ver las
cosas. Siempre he dicho, y escrito,
posiblemente y sin saberlo, como un poso que su lectura ha ido dejando
en mí a través de los años; que si alguna virtud tenemos los escritores es la
de ver un poco más allá de lo aparente. En el caso de Millás, esa virtud se
convierte es su leitmotiv, en su hábitat natural, su narrativa, su enfoque, su
ojo extrañado de palabras, rompen todas las reglas de la verosimilitud de los
hechos y nos puebla de fantasmas y de objetos que nos provocan para sacarnos de
lo cotidiano.
Entonces volví atrás, hasta su primera novela Cerbero son las sombras, del 1975, en la
que ya nos encontramos con las primeras sombras fantasmales, las de un joven
que necesita entender su mundo a través de un monólogo dirigido a un padre
ausente, en el más profundo sentido de la ausencia. Dice Millás en un lance del
ajuste…: Querido padre: hoy renunciaría a
todo lo que he escrito si estos papeles no fueran el único refugio de mi
identidad.
Seguí con El desorden de tu nombre, en la que un hombre se enamora de una
mujer porque le recuerda a otra que amó tiempo atrás. Y se despiertan los conflictos
interiores del lector, que temo haber sufrido algo parecido, que años más tarde
publico un relato que empieza diciendo Se enamoró de él porque le
recordaba a otro., y
que aún hoy, estoy convencido de que la idealización del amor es uno de los
fantasmas más universales.
En
los veintitrés cuentos de Primavera de
luto y otros cuentos, todas las historias y personajes tienen siempre un
reverso, a veces perverso, que los convierte en algo muy distinto a lo que
parecen a simple vista. Son otros aún sin saberlo.
En Tonto, muerto, bastardo e invisible, el protagonista, un alto
ejecutivo, aprovecha un despido
inesperado para convertir su existencia en algo fantástico y ser, el que
siempre se ha ocultado bajo la apariencia que la sociedad esperaba de él.
Con El orden alfabético, vuelven los padres despreocupados y ausentes,
los hermanos no nacidos, la soledad del protagonista que se mete dentro de las
palabras, fantasmas también aquí, para dotarlas de otros sentidos a los
convenidos y reconstruir el mundo.
Los protagonistas de No mires debajo de la cama no son
exactamente, o solamente, la juez Elena Rincón, uno de los personajes femeninos
habituales de Millás, o el callista Vicente Holgado y su mujer, sino los
zapatos de todos ellos, que los definen desde el submundo de sus almas,
escondido debajo de la cama, una vez más, desde una falsa apariencia.
Álvaro Abril,
protagonista masculino de Dos mujeres en
Praga, VI Premio Primavera, es un
escritor obsesionado con la posibilidad de ser hijo adoptado, más fantasmas… y
en El mundo, Premio Planeta 2007, vuelve
al padre para exorcizar el fantasma y descubrir que quizás la novela, esa y
otras, han sido el arma, la escritura en realidad, que le ha servido para
reencontrase con él.
Ahora, en Desde la sombra, el protagonista
directamente es un fantasma escondido en un armario, alguien que observa la
vida de una familia convencional en declive, con su mujer, sus hijas, su marido
y la amante de éste. La mujer, Lucía, compra ese armario por ser idéntico a uno
de su niñez en el que su hermano jugaba a esconderse, un hermano pequeño que
después, fallece. Lo que no sabe es que dentro está Damián Lobo, quien para no
ser sorprendido de un hurto en el mercadillo, se esconde dentro de él y acaba
viajando hasta la casa como una parte del mismo. Lo colocan justo delante de un
armario empotrado de manera que Damián construirá un acceso desde el panel
trasero para esconderse en el armario original y así, no ser visto. Pero Lucía,
una mujer híper sensorial, acaba sabiendo de su existencia y se comunican a
través de Internet cuando la casa está vacía y Damián entra en un foro al que
llega desde la búsqueda de la palabra despersonalización,
y del que acaba convirtiéndose en la estrella como el Mayordomo fantasma.
La mirada de Damián hacía Lucía contiene una seducción inquietante, que va más
allá de lo físico, una seducción que aspira a meterse dentro de ella y ocupar
su cuerpo para revivirla y revivir, acaso un anhelo tan viejo como la
existencia de lo amoroso.
A nivel meramente anecdótico, un aspecto
estrictamente personal de mi lectura es el uso tan preciso que hace Millás del
léxico de la ebanistería, y que más allá de su dominio del oficio, uno no puede
evitar conectar con la idea, ya señalada por García Márquez, de la sincronía de
ambos oficios, escritura y ebanistería, como tampoco puedo evitar conectar la
escritura con el tópico universal del padre, y con el mío, y de él, con la
madera. Así, cuesta encontrar por ahí el uso tan puntual de términos como armario de tres cuerpos, ensamblajes de cola
de milano, bisagras de cazoleta, junquillos, molduras o embellecedores.
Volviendo a este breve
recorrido de fantasmas, queda claro que Millás trata la identidad propia a
través de la otredad, lo que somos en realidad, escondidos tras lo que los
demás esperan ver de nosotros, o lo que hacemos ver que somos porque quizás es
lo que en el fondo querríamos ser. Este maestro de la ambigüedad lo consigue en
sus casi veinte novelas, pero también en sus otros tantos libros de relatos, o
en sus artículos en los que fotografía los rayos equis de la actualidad y la
realidad, creando un género híbrido que alguien, no sé si él mismo, acuñó con
el nombre de “articuentos”.
Creo que procede la anécdota personal una vez más.
Corría el año 2011 cuando acudí a la presentación de Las fuentes del Nilo, una recopilación de los relatos del genial
Gonzalo Suárez. Sucedió en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, estaba la
crema del asunto literario madrileño, leyó algún texto al actor Carmelo Gómez,
y la sala, aunque a rebosar, me había reservado un azaroso hueco en la segunda
fila. Presentaba lógicamente Millás, amigo del ovetense y lo primero que hizo
fue preguntar lo que sigue al protagonista, provocando la primera y muy
respetuosa carcajada. Más o menos, la cosa fue así: Gonzalo, hay una cosa que me inquieta, a ti, en el fondo ¿no te hubiera
gustado ser una personal normal?
Solo Juan José Millás podía hacer esa pregunta,
él que no es normal, no un escritor normal, él que en realidad es un escritor
escarabajo, alguien que siguiendo, como diría Nabokov, una fantasía entomológica; es un escritor élitro con caparazón
anti mediocridad, antenas para captar lo invisible, con alitas diminutas para
sobrevolar lo material, fuertes mandíbulas para atrapar lo inverosímil, y
múltiples patas para llegar antes a dónde los demás solo avistamos desde la
lejanía, desde la sombra de un sueño.
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